domingo, 19 de mayo de 2013

sobre la originalidad de las ideas

¿Cuándo fue la última vez que tuviste una idea propia? Esta pregunta puede sonar un tanto agresiva y ciertamente puede detonar un eterno debate, pero ninguna de nuestras ideas son completamente originales. Las mías seguro que no lo son. Tomo ideas de los demás y construyo sobre ellas. Trato de crear nuevas formas de utilizar ideas del pasado. Combino las ideas viejas con nuevos mixes. A veces sólo desempolvo ideas del pasado que la gente ha olvidado. A veces mis ideas son aparentemente nuevas para mí —sólo para que eventualmente descubra que ya han sido encontradas y probadas desde hace muchos años. Todo el trabajo creativo funciona de ésta manera. Tomamos las ideas de los demás, las remixeamos y construimos sobre ellas.
Estamos inmersos en una sociedad que aspira a lo auténtico, a lo único y a lo original. Reconocemos, validamos y apremiamos los trabajos que nos revelan nuevas aproximaciones y que al mismo tiempo nos dan la esperanza de que aún existen nuevas fronteras creativas por descubrir. Pero lo cierto es que detrás de cada nueva idea, hay una deuda con infinitos autores conocidos consciente o inconscientemente por las personas que obtienen el crédito.
En Pijama Surf se ha hablado en diversas ocasiones del data remixing y del proyecto Everything is a Remix, que identifica las reproducciones miméticas y meméticas que se manifiestan en trabajos conocidos del mainstream como en la película de los hermanos Wachowski The Matrix, el White Album de Danger Mouse, el famoso caso de las patentes de Apple y hasta en canciones de Bob Dylan.
El acto de crear siempre se ha caracterizado por el mito de la inspiración, al efecto eureka, pero la creatividad no es magia: aparece al aplicar herramientas de pensamientos comunes a los materiales existentes. No podemos crear nada nuevo hasta que no dominamos nuestra área de conocimiento  Necesitamos imitar y copiar antes de intentar ser originales. Al tomar una idea y crear variaciones producimos avances, puntos de inflexión en la línea continua de invención, los resultados más contundentes suceden cuando las ideas se combinan. Mediante la conexión de ideas, se pueden lograr saltos creativos.
Los humanos estamos diseñados para realizar conexiones al reconocer patrones, al unir los puntos, siempre emerge un nuevo entendimiento. Daniel Bor en su libro The Ravenous Brain: How the New Science of Consciousness Explains Our Insatiable Search for Meaning argumenta que nuestra capacidad de reconocimiento de patrones, es la fuente misma de la creatividad humana. De hecho, la fragmentación y el reconocimiento de patrones ofrecen evidencia sobre la naturaleza combinatoria de la creatividad, ésta explicación reafirma las famosas palabras de Steve Jobs: “la creatividad es simplemente conectar cosas”; el argumento de Mark Twain, “todas las ideas son de segunda mano”, o la famosa cita de Jean-Luc Godard: “No es de donde tomes las cosas, sino de hacia donde las lleves”.
Las artes también generan su riqueza y parte de su atractivo estético de los patrones. La música pop es el ámbito más obvio donde las estructuras son más evidentes —pequeñas frases y secuencias que se repiten, la resonancia musical en nosotros se relaciona directamente a la composición matemática entre las notas y nuestra apreciación lógica por sonidos que reconocemos inconscientemente. Por otro lado, los patrones son tan importantes en las artes visuales como en la música, al generar conexiones improbables entre objetos disparatados es lo que hace que el arte sea tan fascinante de ver y crear, precisamente porque somos obligados a contemplar un modelo emergente de la conexión de puntos inferiores.
Muchas veces no conectamos los puntos hasta que se presenta una aparente oportunidad, lo que nos indica claramente que la unión de patrones no se manifiesta hasta que estamos inmersos en una disposición circunstancial. Platón decía “saber es recordar” al hablar de nuestra latente conexión con el mundo de las ideas, pero en el sentido de nuestro almacenamiento de data en la memoria de trabajo, los patrones se manifiestan en los momentos más oportunos.
Bor explica que el proceso de combinar bits de información más primitivos para crear algo más significativo es un aspecto crucial tanto del aprendizaje y de la conciencia, es uno de los rasgos que definen la experiencia humana. Y es que una vez que hemos llegado a la edad adulta tenemos décadas de aprendizaje intensivo detrás de nosotros, donde el descubrimiento de miles de combinaciones útiles de recursos, ha generado colectivamente un modelo increíblemente extenso de nuestro mundo
Esta reutilización de recursos ha sido llevada al siguiente nivel en ésta nueva era de la información y en la conocida “Cultura de Compartir”  que está creciendo en Internet con los claros ejemplos de botones de Share, Retweet o Repost, etc. El código Open-Source es un buen ejercicio: las personas colaboran para crear un código que puede ser utilizado por otros – se puede usar libremente como software, pero lo más importante es que otros pueden usar el código en sus propios proyectos de software, o tomar el código y mejorarlo. Todo el mundo gana – los usuarios del software, los programadores que son capaces de utilizar el código open-source, e inclusive los programadores originales, que reciben el reconocimiento por su trabajo en el que han contribuido a construir algo mejor.
Ahora extendamos este concepto a los escritores y otros artistas – músicos, fotógrafos, pintores, cineastas, etc. – y podremos observar lo poderoso que la cultura de compartir puede resultar. De repente, el copyright se convierte en una barrera para la creatividad y el compartir se convierte en una forma de contribuir a la comunidad creativa y al mundo en general.
La interdependencia de nuestra creatividad ha sido limitada por ideas culturales, pero ahora la tecnología está exponiendo esta conexión. Estamos viviendo una lucha legal, ética y artística para enfrentar las consecuencias. Todos estamos trabajando con los mismos materiales. Y a veces, por coincidencia, obtenemos resultados similares, pero a veces la innovación, simplemente es algo inevitable. 
Al asumir que toda originalidad proviene del remix, la información Open-Source se convierte en el siguiente paso en la evolución de la creatividad, el cocktail de bits de data (copyright free) a los que seremos expuestos y nuestra capacidad exponencial para reconocer patrones con propiedades emergentes, forjará un nuevo tipo de conciencia. La siguiente gran epifanía en la historia de la humanidad podría salir desde tu escritorio.

sábado, 11 de mayo de 2013

A Cavalier History of Situationism: An Interview with McKenzie Wark


McKenzie Wark’s new book The Spectacle of Disintegration: Situationist Passages Out of the Twenty-First Century (Verso, out today in the US and May 20 in the UK) completes his non-trilogy of writings on the SI, begun with 50 Years of Recuperation of the Situationist International (Princeton Architectural Press, 2008) and continued with The Beach Beneath the Street (Verso, 2011). I sat down with Wark to discuss the application and recuperation of SI tactics in the contemporary mediated landscape. 
3D-printed Guy Debord action figures (2012). Produced by McKenzie Wark, design by Peer Hansen, with technical assistance by Rachel L.

BB: You’re very upfront about how you didn’t intend to write a “great man” history of the Situationist International, instead incorporating marginalized and forgotten figures. Yet The Spectacle of Disintegration focuses on Guy Debord, especially in its second half, if simply because there is no one left.

MW: The place were I started the whole thing was just an obsession with two late texts of Debord’s, Panegyric and In girum imus nocte et consumimur igni. I think they’re two of the most luminous critical Marxist texts, avant-garde texts, prose poems, of the late 20th Century. It took me a long time to even understand what they were doing. And so the whole thing grew over 20 years, just returning to those texts and trying to figure out a framework for interpreting them. The whole project was somehow leading up to writing about those. I learnt to read French by reading these texts. I just taught myself. And my French is terrible. I make no claims to be a scholar of the language or anything like that whatsoever.

BB: Debord’s conception of the interactivity of the spectacle seems to be a bit limited in terms of where we are today. I believe you refer to his conception of it as “a one-way street.”  

MW: One of the premises of The Spectacle of Disintegration is that there’s the myth of the overcoming of the spectacular form in the age of the Internet, but what it does is make it microscopic and distribute it throughout the entire media sphere, so we now have micro-spectacular relations rather than one big macro one. So if you think about the old culture industry, everybody was critical of it, but at least it fucking entertained us! You would have all those flaws that Adorno spoke about, the extorted reconciliation of the ending, the equivalence of exchange values, but at least it was offered to you as something to consume. We’ve moved from the era of the culture industry to what I would call the vulture industry, which is companies like Google. I mean, in terms of culture, they don’t make shit. They just allow you to get to stuff that somebody else made. So now we have to even entertain each other. Go on, make some cat videos! So there’s a sense that on one side there’s the outsourcing of the production of the thing, and on the other what I would call the insourcing of the production of the affect. It becomes everyone’s job, but no one is to expect to get paid for it anymore. It was always a struggle if what you wanted to do was be a creative person, to make any living at all. I don’t know if that got any worse. It was always terrible. But the conditions of its terribleness change with each technical evolution.


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